Un padre del desierto

20 May, 2025

En los días hasta la elección de León XIV, muchos cristianos nos hemos sentido espoleados a poner en valor el papado de Francisco y a formar una opinión sobre el porvenir de la Iglesia. Palabras como continuismo, apertura, tradición o incluso división han estado en boca de muchos. Pero parece que todo quedó sentenciado cuando el cardenal Prevost salió al balcón vistiendo muceta roja, cruz pectoral dorada y el roquete. Los más críticos con Francisco —dentro y fuera de la Iglesia— no tardaron en henchir el pecho y afirmar con orgullo: «este es de los buenos». ¿Por qué no llevaba Francisco estos símbolos encima? Porque el símbolo era él. 

Las anatematizaciones a Francisco de estos días me han recordado a otros que fueron incomprendidos con frecuencia: los Padres del Desierto. Constatando las dificultades para encontrarse con Dios en medio del mundo, siguieron a San Antonio Abad y tomaron una opción absoluta: dejar atrás todo para unirse a Él en el desierto de Scetes (Egipto). La radicalidad de su vocación los llevó a prescindir de los símbolos que tenían en común con los cristianos de su época (la vida en comunidad y la religión organizada) y adquirir otros nuevos: ayunos intensísimos, encerrarse solos en cuevas o rezar en lo alto de columnas de piedra; a algunos los llamaron locos en Cristo (cf. 2 Cor 5,13). Pero la excepcionalidad de sus vidas permitió a sus coetáneos descubrir que el símbolo no es un fin, sino un medio: el fin último siempre es Dios. 

Saliendo al balcón despojado, reuniéndose primero con los más alejados (moral y espiritualmente) o anteponiendo la cercanía pastoral al ejercicio de la enseñanza doctrinal, el papa Francisco no renunció al tesoro de la Tradición: lo encarnó más radicalmente. Como San Antonio impulsó a los Padres a dejar sus comodidades por la aridez de Scetes, Francisco lideró a una Iglesia a veces autorreferencial y conformista a salir hacia el desierto de las periferias existenciales, donde la sed de Dios hace más tangible su presencia. 

Descansa en paz, papa Francisco. Más locos en Cristo te seguiremos, y el desierto se convertirá en ciudad. 

Fernando Conde-Pumpido Velasco.

Participante del Lab Madrid