Los Reyes vienen a la Catedral

14 Ene, 2025

«¡Baltasar, que nos hemos portado muy bien!», le decía una madre al rey haciendo de portavoz de sus hijos, que lo miraban con la boca abierta. Se habían bajado los Reyes de sus coches a los pies de la escalinata que da acceso al templo frente a la Plaza de la Armería. Allí esperaba a recibirlos el cardenal Cobo, muy sonriente, anfitrión de tan ilustres huéspedes, que había animado con un mensaje a todos los niños a acudir a la cita. Un conjunto de música formado por trompetas, trombones, tambores y timbales de los Heraldos del Evangelio hacían sonar El Camino que lleva a Belén mientras la comitiva real se preparaba para acceder al templo, solemnes, majestuosos, regiamente vestidos y con sus regalos listos para entregarlos al Niño Jesús. Oro, incienso y mirra.

Al llegar al presbiterio, ante el Niño en su cuna, se arrodillaban, de uno en uno. Quizá recordando los olores, los sonidos, las sonrisas de José y María, de aquella noche estrellada en que, después de haber recorrido un largo camino siguiendo la estrella, adoraron a ese bebé Dios que acababa de nacer. Y los niños en la catedral, con sencillez, como aquellos pastores del Belén de entonces, hacían un ratito de silencio junto a los magos y el cardenal, juntos, como Iglesia que camina en Madrid, ante Jesús.

2025-01-03 Encuentro de los Reyes Magos con los niños y niñas

«Gracias papás y mamás, abuelos y abuelas, que os habéis acercado aquí porque queréis seguir la luz de la Navidad», saludaba el cardenal Cobo a los presentes, después de dar la bienvenida a los Magos. «Es todo un honor que antes de las cabalgatas, de la noche de regalos, quieran venir aquí, a la casa de los cristianos, para lo más valioso de la Navidad: adorar a Jesús que se hace niño estos días».

El arzobispo de Madrid continuaba su saludo manifestando a Sus Majestades que «vuestra llegada nos recuerda a todos que es posible encontrar a Cristo, que la fe no tiene fronteras y que el amor se extiende a todas las naciones, razas y culturas». Y continuaba: «Con sus ofrendas nos enseñan que la verdadera grandeza está en ponerse en marcha; salir de casa para poder adorar a Jesús y aprender a reconocerlo siguiendo las estrellas».

La fiesta de los Reyes en la catedral concluía con la entrega de cartas. Sentados en sus tronos en el atrio de la calle Bailén, Sus Majestades han ido recibiendo uno por uno a los niños que hacían cola, que daba la vuelta a la catedral entera. Llovizneaba en ese momento en Madrid. Pero niños —y padres— no lo notaban. Los Reyes Magos estaban allí, esperándolos. Y eso valía todo la pena.

Publicado en Archimadrid. Ver artículo original.